martes, 24 de enero de 2017

HERMANA ENCINA (Quercus Ilex) HERMANO ROBLE (Quercus Robur)


Yo la encina, soy fuerza y sabiduría, morando en una tierra llena de  historia y de magia; ven y abrázame, te nutrirás de la esencia divina, estréchame fuerte y conectarás con tus raíces ; cobíjate  bajo mis ramas y escucha el murmullo de mis hojas, ellas te revelarán  los secretos de tu alma. Yo la encina te mostraré tu luz y tu sombra.
Has de saber que dentro de mí habita un ser mágico  al que tú debes de respetar y honrar cuando vengas a solicitar mi ayuda; él se llama Hamadríade, es una ninfa del bosque y habita en mi corazón, ella encarna mi fuerza, mi poder divino y estará conmigo hasta el día de mi muerte. Antes de coger el fruto o la corteza de mi árbol, pregúntale a ella, te responderá, y si eres de corazón puro te lo entregará.

A Ella la protegen las Dríades, también son ninfas, espíritus femeninos del bosque y vigilan que no se acerque ningún humano a dañarme. Están consagradas a mí y les encanta danzar a mi alrededor, pero ellas vagan libremente por el bosque  y habitan en el corazón del árbol que ellas prefieran. Son alegres, pasean en grupo y raramente intentan tener contacto con el hombre.

Se me ha adorado  en muchas culturas y religiones, pero hay una muy especial con la que me siento muy conectada,  y es la cultura celta. Los celtas me veneraban, para ellos el bosque era su templo ,donde los Druidas, sacerdotes celtas llamados Hombres Encina se reunían ante mí para obtener conocimiento; para ellos yo era su árbol sagrado, su tótem, su Dios.

Esta sociedad era matriarcal, así que vivimos una época de paz, ya que vivíamos según las reglas femeninas que marca la madre naturaleza. Las mujeres celtas gozaban de unos derechos y unos estatus que otras mujeres de  otras culturas en su misma época no tenían. Eran independientes, tenían bienes, escogían esposo, podían disolver el matrimonio.  Podían ser sacerdotisas, sanadoras, guerreras, embajadoras.  Las mujeres eran respetadas y valoradas en todas sus formas de manifestación. La madre componía la base de la tribu: madre, compañera, anciana, sabia...  Eran emprendedoras, trabajadoras y protectoras de sus hogares. Mujeres llenas de fuerza y de valor. Eran observadoras y protectoras de la naturaleza; nos abrazábamos, nos comunicábamos, nos comprendíamos, estábamos en comunión.

Pero hubo un día en que eso se acabó, en que la mujer perdió sus derechos, y así su fuerza y con ello su identidad;  ese día se apagó el bosque, y lloré, y todos lloramos, y aún seguimos llorando y esperando tu regreso. 

Así que ven, acércate, entra en mi y recupera tu esencia;  llénate de mi fuerza y de mi sabiduría y por fin hallarás la libertad de volver a ser tu misma.

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